lunes, 20 de febrero de 2012

El tiempo y la muerte


    El Tiempo siempre está vendiendo relojes en  la esquina. Los tiene digitales, de aguja, algunos muy sofisticados. Lo mismo sirven de cronómetro que dan la información horaria en cualquier parte del mundo. Mientras uno toma café puede saber la hora en Shangai o en Roma. Puede saber si alguien está haciendo deporte o cenando en un restaurante. Con esos relojes lo puedes saber todo. Además, son de buena calidad y los precios son muy asequibles. Si te acercas y decides comprar alguno, nunca discutirá contigo. Al contrario, te dará todas las facilidades. Es un hombre muy amable,ni muy joven ni muy viejo.  En realidad, está en todas las esquinas, en la televisión o en la radio, cuando me besas y te vistes por las mañanas, está encima del aparador, en el espejo del cuarto de baño. El Tiempo viene a ser como tu padre. Mañana tienes una cita a primera hora, ¿dónde has estado?, ¿qué estás haciendo con tu vida?
      El Tiempo queda a menudo con la Muerte. Los veo con frecuencia en el bar de la esquina, hablando de sus cosas. Probablemente, la habrás visto alguna vez, siempre de negro, con esa mirada tan persuasiva, tan delgada como un saco de huesos.  La Muerte compagina su trabajo con actividades benéficas. Visita a los enfermos, da comida caliente a los vagabundos, trata a los locos y a los solitarios. También asiste los cócteles. Siempre habla de ello, si ha conocido a este o aquel otro,  sin pretensiones, porque la Muerte trata a todos por igual. Yo he hablado algunas veces con ella. Viene a mi casa, o irrumpe en cuando menos lo espero, da lo mismo que sea desdichado o que esté feliz.  ¿Qué es de tu vida?, dice, cuéntame algo, hace tanto tiempo que no hablamos.  Y extiende sus brazos, y trata de llenarme con sus besos.
     Cuando los veo procuro pasar de largo, detenerme en las cosas que veo, en tus besos y esas mañanas al despertar, cuando te vistes a toda prisa, porque el tiempo, aunque sea por unos minutos, está en nuestras manos. 

martes, 7 de febrero de 2012

Lo que me gusta de ti


     ¿Sabes lo que más me gusta de tí? Además de tu voz, claro,  pues que nunca juzgas a los demás, no estás encima de uno, analizando y sacando las cosas de quicio, y esa es una cosa muy valiosa, cada uno vive a su manera y es como es, no hay que darle más vueltas…
   Gira a la derecha en la siguiente glorieta.
   Ya, ya la veo, creo que estaremos a la hora, no te preocupes, lo digo en serio, creo que la gente solo se preocupa de la forma en que deberían ser las cosas y no como son en realidad, lo que de verdad sentimos.
   En la siguiente gira a la izquierda, por la avenida del  puerto.
   Mira,  te lo digo  porque creo que ha llegado la hora de poner esto en claro, me gustaría conocerte más, soy un poco torpe con estas cosas, perdona…,¿te gustaría casarte conmigo?, hablo en serio, ahora lo hacen los homosexuales y las lesbianas,  ¿por qué no habría de hacerlo un hombre con su navegador?
    Ahora sigue recto.
    De acuerdo, piénsatelo, no hay prisa.